Sí, esta semana tuve una gran tarde...Una de esas tardes que se llenan de actividad, que generan un millón de ideas y que te revientan el calendario hasta las próximas vacaciones por lo menos -y eso que quedan lejos...muy lejos...-.
Todo empezó al ir a comprar retales para un proyecto que empieza por "Ki" y termina por...
Y ocurrió lo que sucede siempre, ¡que me vuelvo loca!.
No lo puedo evitar...
....Tantos colores, texturas, estampados...Tantos retales amontonados que dan ganas de tirarte encima y hacer el ángel como si fuera nieve. ¡O mejor! Cogerlos a puñados y lanzarlos al aire mientras bailas la danza de la lluvia debajo...
Por supuesto me contuve...esta vez sí.
Y es que me ocurre siempre...no veo telas; veo vestidos, blusas, chaquetas, pantalones, bolsos y cortinas, faldas y cojines...Veo el patrón en la tela, y no la tela para un patrón.
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Finalmente, después de un buen rato revolviendo entre telas, con mi madre detrás contagiándose de proyectos, escogí 3 retales y les di un futuro -lejano, posiblemente-. ¡Aquí los tenéis!
Por supuesto, me volví sin la tela que fui a buscar...un clásico.
Mi siguiente parada fue en la mercería y ahí lo pasé mal, de verdad. Demasiadas tentaciones, y todas al alcance de la mano; botones, cintas, puntillas... Podéis ver que tengo un puntito de cuervo muy serio -los colores, los brillantes...me pierden-. Pero allí también me contuve, ¡mucho más!; solo compré lo que necesitaba.
Para rematar la tarde, la visita a mis abuelos también dio sus frutos. Mi abuela, que ya era una manitas antes que mi madre y antes que yo, me dio este vestido que había empezado a convertir en falda larga.
¡Una pena que ya se acabe el verano! Pero ahí queda, para el siguiente.
Y he aquí mi tarde. Como veréis es muy fácil hacerme feliz.
Ahora solo queda ponerme ¡manos a la obra!
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